Podemos imaginar un viaje partiendo desde Buenos Aires y terminando en Rio. De hecho, el sur de Brasil podrá ofrecerles lo que Argentina no tiene: playas de arena blanca, palmeras, aguas calientes. Pero el sur de Brasil, dispone de algunas maravillas que les describo brevemente debajo y que me han gustado mucho.
Brasil es una obra maestra de la naturaleza
«Dios es el artista. Y Rio su obra maestra» tienen como costumbre decir los brasileros. El primer pincelazo fue azul: el mar. La tinta verde estalló en el lienzo para transformarse en bosque. Luego llegaron las montañas y el agua que caía por encima. Rio, la llamada ciudad maravillosa, debe a su increíble esplendor la reputación que la caracteriza. Alrededor de la majestuosa bahía de Guanabara, los exploradores portugueses la confundieron con la desembocadura de un río (de donde proviene el nombre de la ciudad, literalmente río de enero), la ciudad se desarrolló por donde pudo, en una proximidad sorprendente con la naturaleza, siempre presente.
Entre Rio de Janeiro y São Paulo, la costa verde parece haber sido bendecida por Dios. Rebalsa de sitios espléndidos y encantados, salpicados en el corazón de un territorio rico en historia y tradición. La costa verde es un grito de la naturaleza. Dentro de este paraíso, la joya se llama Paraty, pueblo colonial entre los mejores conservados del país y cuya reputación no deja de crecer. Paraty ha sabido preservar un hermoso centro histórico, donde los coches están prohibidos, con calles empedradas, viejas casas e iglesias del siglo 17 y 18. A algunos kilómetros de aquí, disimulados en el bosque con los pies en el agua, pequeños pueblos de pescadores accesibles únicamente por el mar o a pie, fascinarán a los viajeros en busca de autenticidad y exotismo.
Considero que el Pantanal, el más grande parque nacional de América del sur es el mejor lugar (incluso más que el Amazonas) para observar una fauna de una gran diversidad:
Carpinchos, caimanes, pirañas… a las cuales se agregan 300 especies de aves como las águilas, halcones, Martín pescadores, cormoranes, milanos, los magníficos guacamayos, los enormes papagayos azules, rojos y amarillos y miles de aves zancudas que se juntan en colonias a lo largo de varios km². Todo este pequeño mundo evoluciona en medio de un entorno único de tierras rojas y ocres, más o menos inundadas, y de una rica vegetación de un verde vivo y profundo. El mejor periodo para descubrir el Pantanal, una vasta planicie aluvial que toma a menudo los aires de humedales, va desde el mes de abril/mayo a septiembre/octubre, durante la temporada seca.