¡Aquí está, la Patagonia legendaria, de todas las aventuras, montañas mágicas, grandes espacios despoblados, barridos por los vientos violentos del Pacífico!

Patagonia Argentina

Porque es aquí, al fin del mundo, que se reúnen los paisajes más espectaculares del Gran Sur: el mítico macizo del Fitz Roy, el fantástico glaciar del «Campo de Hielo Sur» y sus gigantes glaciares, cuyo el famoso Perito Moreno y, de la parte chilena, el macizo de Torres del Paine y los canales de la Patagonia, entre fiordos majestuosos y glaciares suspendidos…


Patagonia Chilena

Tres medios ambientes naturales componen esta extensa región: en Chile, sobre la vertiente Occidental de los Andes, macizos montañosos cubiertos de una vegetación densa; en Argentina, sobre la vertiente Este de los Andes, entrecruzadas de profundas depresiones, las famosas mesetas, inmensas estepas semiáridas y polvorientas de las mesetas patagónicas, cuya altitud oscila entre 1.500 metros al pie de la Cordillera y 700 metros por las costas del Atlántico y dónde sólo subsiste una vegetación desparramada de arbustos de Quillimbay, Calafate y Coirón; por fin, un litoral caracterizado por los accidentes geológicos que desenrollan costas salvajes y rasgadas dónde se esconden agradables pequeñas ciudades portuarias.


La Patagonia es la extrema punta del continente sudamericano bautizado por Fernando de Magallanes y su cronista Pigafetta que, un día de invierno de 1520, atracó sobre una orilla fría y triste. Según algunos historiadores, este nombre vendría de los rastros de pies de gran tamaño que hubo (en español, patagón designa un individuo con grandes pies), rastros dejados por los calzados en piel de los indios. Otros piensan que es al gigante Patagón – personaje de una historia de caballería muy apreciada en España de esta época – que la región debe su nombre.

El naturalista británico Charles Darwin es seguramente el viajero que expresó con más exactitud la emoción que se experimenta ante la inmensidad de la Patagonia. En 1836, de vuelta en Inglaterra después de cinco años de navegación sobre Beagle, él nota sus impresiones en «Viaje de un naturalista alrededor del mundo»:

«Cuando menciono los recuerdos del pasado, los llanos de la Patagonia se presentan frecuentemente a mi memoria, y sin embargo todos los viajeros están de acuerdo para afirmar que son miserables desiertos. Apenas se pueden asignarles que caracteres negativos; no se encuentran, en efecto, ni viviendas, ni agua, ni árboles, ni montañas; hay algunos arbustos desmedrados. ¿Por qué pues estos desiertos – y no soy el solo que tenga probar este sentimiento – hicieron sobre mi una tan profunda impresión?»

¡Venga a la Patagonia, me ocupo de todo!